La Educación en los tiempos del Coronavirus - 2




Después del primer episodio, y de lo que hemos vivido con el uso de la teledocencia debida al confinamiento y a la crisis sanitaria del Covid-19, creo que es necesario un mínimo de reflexión, tanto individual como colectiva, y que se puedan extraer cuales son las prácticas que han dado mejor resultado, o cual pensamos que son las actitudes que no nos han permitido avanzar. Eso es lo que pretendo con esta entrada, una autorreflexión a nivel de docente, que me sirva para mejorar una metodología que parece que, a estas alturas de julio de 2020, tendrémos que volver a emplear (espero equivocarme). También espero que le pueda servir a un posible lector.

Creo que lo que hemos hecho no es teledocencia, sino solucionar como hemos podido un problema sobrevenido, en el que además ha habido múltiples obstáculos.

Voy a establecer unas premisas iniciales para basar el resto de la reflexión:
1. Cada parte (profesores implicados y no implicados, alumnado responsable y no responsable, familias en confinamiento y trabajando, etc.) tiene una visión complementaria de la realidad, y estoy totalmente convencido de que yo no voy a ser capaz de cambiar esas ideas, ni quiero, solo me gustaría ofrecer un punto de vista que intento que sea objetivo y honesto (a ver si lo consigo).
2. El profesorado es capaz de realizar un uso adecuado de las herramientas digitales a su alcance (en general, los que se han puesto las pilas lo han conseguido).
3. El profesorado tiene las herramientas adecuadas y la conexión para poder realizar la teledocencia (esto ya me parece mucho suponer).
4. Soy padre, y profesor de ESO, por lo que me centraré en estas enseñanzas.

A continuación comento algunos puntos que creo importantes:

La tercera evaluación “sumativa”
  Pienso que mucha de la falta de compromiso del alumnado (y del profesorado) se ha debido a la imposición por decreto de cómo se tenía que evaluar. Se podía haber aplicado aquí la manida “independencia” de los centros para que adaptaran sus programaciones a las nuevas circunstancias, y que cada departamento didáctico modificara su proceso de evaluación. Para eso sí que tiene sentido usar la independencia pedagógica de los centros, y no para otras cosas que de lo único que se trata es de pasarle el “marrón” a otro.
  Es difícil seguir exigiendo al alumnado cuando éste sabe ya cual va a ser su “nota mínima” al terminar el curso. Lo único que se ha conseguido es la desconexión de una gran parte del alumnado, incluyendo grupos de alumnado motivados adecuadamente durante el periodo presencial.

El horario de clases
  Creo que es necesario entender que el periodo no presencial no es un periodo de vacaciones, es decir, todos teníamos unas obligaciones, por lo que creo que es absolutamente necesario tener un horario rígido y exigible, tal como se tiene en el trabajo presencial. Lo contrario significa empezar a flexibilizar en exceso el trabajo que, al final, va a abandonarse. En general, no creo que las familias deban estar encima de los adolescentes para hacer cumplir el horario, pero sí estar atentos a las notificaciones del profesorado a este respecto, y de otras circunstancias del rendimiento y la actitud del alumno/a (extremadamente sencillo mediante la herramienta digital iPasen, en Andalucía).

 La “brecha digital”
  Aquí hay una infinita serie de posibilidades y de circunstancias que se han dado: Equipamiento-conexión-competencia digital del centro, profesorado, alumnado y familias, aunque creo que, en líneas generales, se ha salido aceptablemente bien del problema. A falta de una ayuda directa del Ministerio o de la Consejería, creo que Ayuntamientos (sobre todo de pueblos pequeños) y los propios centros han puesto medios para procurar que quien quisiera seguir su educación pudiera hacerlo (cesión de equipos, material fotocopiado, etc.). También hay que tener en cuenta que algunos centros, debido a la situación socio-económica de la población que atienden, lo han tenido mucho más difícil, y deberían haber contado con una mayor y mejor ayuda.
  Otro de los problemas que han surgido es la falta de competencia digital del alumnado, pero creo que no se deberían eliminar las herramientas digitales para el alumnado sin las suficientes destrezas, ya que en el mundo actual se las van a encontrar, aunque pueda ser un obstáculo para el aprendizaje. Sería el mismo criterio que se sigue en la enseñanza bilingüe.
  Cuando hablamos de “brecha digital” solemos referirnos al alumnado y a sus familias, pero nos olvidamos del propio centro, que quizás no tenga los recursos (humanos y materiales) para poder hacer frente a la digitalización que exige la teledocencia y, sobre todo, del profesorado, ya que hay muchos profesores que ni si quiera tienen un ordenador medianamente actualizado. Os puedo asegurar que si se hubiera intentado realizar la teledocencia con el equipamiento de mi centro, hubera sido imposible (escasos equipos, muy viejos y poco potentes).

Las vídeoclases
  Ha sido el sistema de dar clases, y como estábamos acostumbrados a las clases presenciales, era fundamental realizarlas para poder tener un contacto con el alumnado parecido al que teníamos, al que estábamos todos acostumbrados, y sabíamos extraer un feed-back adecuado de la respuesta del alumnado.
  Por ello que las vídeoclases eran algo esencial en la teledocencia, pero no se ha sabido poner las bases mínimas para que fueran útiles. En mis vídeoclases nadie ponía la cámara (aunque fuera lo primero que pedía al iniciar la clase), había muchas ausencias, no contestaban cuando les preguntaban, etc. En general, mi opinión es que los que se conectaban solo lo hacían para que se les viera, pero en realidad estarían jugando, mirando otras cosas, desayunando, durmiendo, etc. Para que fueran productivas, una condición indispensable es que todo el alumnado conectara su cámara (hay problemas con la intimidad del menor), si la tienen, y si no tienen cámara, que contesten inmediatamente en cuanto se le pregunta.

El entorno de enseñanza
 Como he expuesto anteriormente, creo que las vídeoclases son fundamentales, pero es necesario disponer de un entorno adecuado y que responda. El sistema público ha ofrecido el suyo (en el caso de Andalucía: Moodle), que ha tenido sus problemas al intentar abarcar tal cantidad de clases y alumnado, además de no ser tan intuitivo como otros, por lo que resultaba complicado para el profesorado. En general, la mayoría de los centros que conozco han optado por una solución gratuita de un gigante de las herramientas digitales: Google, “G Suite for Education” que, además, ha permitido el uso de capacidades “premium” para ayudar en esta emergencia sanitaria.
  Si no se hubiera tenido un entorno así, hubiera sido muy complicada la organización por parte del profesorado, imaginad que un profesor tenga seis grupo, y cada grupo 30 alumnos/as (30x6=180), y que todos estén mandando dudas y trabajos al correo electrónico de un profesor. Eso significaría que cada día el profesor se encontraría con un aluvión de correos, que habría que investigar a ver quien es el remitente, y que pueden contener dudas o trabajos específicos, y que probablemente haya que abrir para saber qué contienen, mientras que con un sistema como el de G Suite está todo perfectamente organizado por tareas y por alumnos.
  Mucho se ha hablado también, en los grupos de Whatsapp, del entorno de trabajo elegido. Especialmente en los grupos de Primaria, ya que muchos centros no tenía implantado un sistema como el comentado G Suite, y han tenido que “tirar para delante” con lo que podían, cada profesor o maestro con los recursos que controlaban (en algunos casos mínimamente). Esto ha hecho que algunos niños hayan tenido que estar atentos a varias plataformas o entornos simultáneamente, y eso, en el alumnado de Primaria, sobre todo, ha sido más complicado de gestionar.
  En un mundo perfecto, todos habríamos utilizado el mismo entorno educativo, beneficiándonos así de la experiencia de los compañeros, y beneficiando a nuestro alumnado, que solo habría tenido que controlar una plataforma educativa.

Las actividades
  Mucho se ha hablado en Redes Sociales sobre la cantidad de actividades que se han mandado. Sobre esto, hay que tener en cuenta que en una mañana de trabajo del alumnado se tiene seis horas de trabajo y media de descanso, además de el trayecto de ida y vuelta al centro. A este trabajo de toda la mañana, habrá que añadirle la tarea que queda pendiente para el siguiente día, que en muchos casos es fundamental para que el alumnado trabaje los contenidos vistos en clase, le surjan problemas (o no), los resuelvan, etc.; es decir, diariamente el alumnado le dedica más de ocho horas a su aprendizaje. ¿De verdad que se han mandado tantas actividades?. En mi humilde opinión, creo que no.
  También quisiera hablar del enorme trabajo que han desarrollado muchos docentes que han corregido todas las actividades de su alumnado. Otro hábito propio de esta circunstancia, y que no se daba en el trabajo presencial, ya que en clase solo da tiempo a corregir unas pocas actividades. Es necesario autoestablecerse mecanismos de racionalización del trabajo, y hay que corregir unas pocas actividades, dando las soluciones explicadas.
  Otra cosa que hay que tener en cuenta es que hay que procurar que el alumnado y sus familias estén informados de como va a ser su trabajo diario en estas circunstancias, aunque esta situación es nueva para todos y, seguramente, las instrucciones cambien, es necesario tener un “decálogo” o algo similar para que nuestro alumnado conozcan cuando tienen vídeoclases, como deben ser (puntualidad, cámara encendida, qué pasa si no se tiene cámara, faltas de asistencia, etc.), para qué se hacen (explicar, corregir, resolver dudas, etc); deben conocer también su entorno de aprendizaje (classroom u otro), dónde pueden encontrar su tarea, cómo aclarar dudas (horario, y no cuando se les ocurra) cómo deben devolver la tarea (fotos o no, retrasos en la entrega, etc.).
  En el trabajo diario mediante una plataforma se debe tener claro cuál es un uso saludable y seguro, el profesorado debería establecer un horario para mandar/recibir tareas, dudas, etc. Si no, nos encontraremos con profesores mandando tareas a las 22:00 horas de un sábado, o alumnos pidiendo aclaraciones a una tarea en un horario intempestivo.

Los exámenes
  Aunque el examen ha perdido importancia en la enseñanza actual, ya que se intenta que haya múltiples “experiencias de aprendizaje”, no cabe duda que es un buen método objetivo de evaluación, y que su peso en la evaluación sigue siendo grande en algunas materias. Y debe ser así, ya que el examen nos permite conocer si el alumno ha desarrollado el aprendizaje que nos habíamos marcado, sin ayudas externas; cosa que no se puede establecer con las actividades y trabajos.
  ¿Cómo se hace un examen telemático?. Creo que es imposible asegurar que se haga un examen sin trampas. Si el alumnado ya se copia durante los exámenes presenciales, utilizando incluso medios muy sofisticados; si el examen no es presencial es imposible asegurar que no se haya hecho trampas. Quizás una de las claves esté en confiar en la experiencia del profesorado para discernir si dos exámenes están copiados, y la posibilidad de pruebas complementarias a ese alumnado. Esto siempre es peliagudo, tanto para el alumnado implicado como para las familias de ese alumnado.
  De todas formas, creo que debería ser obligatorio el uso de la cámara, siempre que se tenga, claro.

RESUMEN:
1. Las Programaciones Didácticas son un documento “vivo” que pueden modificarse en cualquier momento para gestionar las distintas circunstancias que se produzcan en el proceso de enseñanza-aprendizaje, como por ejemplo: cómo se va a realizar la evaluación, o qué se va a hacer si se sospecha que un examen está copiado.

2. Quizás sea necesario recoger autorizaciones de las familias para el uso de las cámaras durante las clases y exámenes, indicando la imposibilidad de realizar el proceso de enseñanza si no se tiene esta autorización.

3. Seguir dando clases a nuestra hora, con cámaras activas y presencia mediante chat (para el que no tenga cámara), y faltas injustificadas. Sería bueno que el centro pusiera normas del tipo de que quien tenga cámara y no la active (o no conteste por chat inmediatemente, si no tiene cámara) será expulsado de la clase y se le pondrá una falta injustificada. Personalmente, veo más conveniente construir el trabajo en torno a la vídeoclase, al igual que la enseñanza tradicional la basa en la clase.

4. En el caso del alumnado con bajas competencias digitales, se debería hacer un uso más tutorizado de la tecnología necesaria para acceder al aprendizaje, pero opino que no se deberían eliminar las herramientas digitales. También opino que desde las distintas administraciones (Ayuntamientos, etc.) se debería abordar el problema de los dispositivos y conexión.

5. Definición, por parte del centro y los departamentos didácticos, de como se va a desarrollar el teletrabajo con el alumnado, y desarrollo de normas específicas para vídeoclases , teletareas, y exámenes, con información a alumnado y familias.

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